miércoles, 22 de septiembre de 2010

Viaje 343

El autobús después del trabajo es un fastidio. Pero es cómodo, cómodo en el sentido en que puede serlo un autobús que coges a la salida del trabajo y que te deja a la vuelta del edificio en que vives, pero fastidiosamente largo, claro está que es absolutamente interesante; casi me alegro cuando me doy cuenta que he olvidado el libro que estoy leyendo, porque así puedo dedicarme enteramente a uno de esos pecadillos que me hacen sentir culpable: el de observar. Me encanta observar, tal vez me haya encantado desde siempre pero no es sino hasta hace unos meses que en que me he aceptado que el ver detenidamente los detalles despierta un gusanillo inquieto dentro de mí que no es del todo desagradable.
Me encanta ver a mis vecinos de asiento de autobús, detenerme en las expresiones de su boca, llegando incluso, inconscientemente, a imitarles...otros días, me concentro en los botones, los hay planos y blancos, como en las camisas de los abuelos; abultados nacarados y redondos como en los vestidos de madres como las nuestras, metálicos, coquetos y deshabrochados, constreñidos y vivaces...a veces me fijo en los zapatos y me pregunto los caminos que llevan registrados, si son caminos llenos de esperanzas, si se encaminan hacia un brillante porvenir, o si vienen arrastrando un "walk of shame", de repente sonrío volviendo a ver los míos...
Este viaje es uno de esos días que no puedo ver el móvil, a falta de cargarle la bateria, y me hundo felizmente en el asiento para ver por la ventana...todo bien, nada fuera de lo normal, niños tirándose al suelo para no seguir a sus madres, chicos besándose en una banca de madera, el autobús como señora gorda subiendo cansinamente cuesta arriba...una viejecita muy viejecita en su silla de ruedas y su cuidadora dándole la merienda...el autobús hace parada. La cuidadora abre la natilla en pote de plástico. La tapa de plástico del pote de natilla lleva consigo una suculenta capa de natilla de vainilla. La cuidadora mira a la viejecita. La viejecita mira a la cuidadora. Nadie sabrá nada. El autobús no se mueve y yo si lo sabré porque estoy mirando. La cuidadora saca su lengua roja, gruesa y jugosa, lentamente como en cámara lenta lame y relame la tapa de plástico...El autobús se mueve y yo miro hacia adelante. El viaje ha sido un éxito.

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